He hablado muchas veces acerca de aquel lugar. Físicamente no lo he visitado nunca aunque sé que existe. Solía comentarlo a menudo con una amiga a la que le parecía tan apasionante como a mí; al menos es así como yo la veía cuando lo nombraba. Se retorcía en sí misma y suspiraba imaginándose allí.
No tiene mucho misterio ni es un paraíso similar a alguna reserva natural o al paisaje más bello jamás contemplado. Es más sencillo pero no menos agradable.
Imagina… Una habitación amplia, que no inmensa. Una puerta provenzal gruesa de bubinga en color oscuro. En tus pies descalzos puedes notar el parquet de ipé en ese tono rojizo tan íntimo que está también en las paredes. Una cómoda a la izquierda en color caoba, como las mesillas de noche de enfrente. Entre ellas una cama grande aunque simple, vestida con unas sábanas blancas que aún huelen a suavizante. Y a unos pasos hacia el final de la habitación, a la izquierda, un gran ventanal con unas cortinas blancas rozando el suelo.
No hay nada. No hay fotografías, no puedes encontrar un libro, ni adornos. Nada llamará tu atención una vez que te encuentres dentro y a pesar de eso sentirás que no quieres marcharte porque dentro de las sábanas estás con quien deseas. Suplicándole horas al universo ya que Dios no existe allí por muy creyente que seas.
Recibes tanto en aquel habitáculo que las cortinas podrían acariciarte la espalda y no sentirías nada. Creerías que es efecto del éxtasis en el que te encuentras. Y realmente no tiene importancia de qué color lo veas todo. No importa si las paredes son de roble o de otro tipo de árbol del género Quercus.
Ciertamente estás en tu hogar; uno totalmente diferente del que resides habitualmente; puesto que yo podría preguntarte cuál es el cajón de los calcetines y no sabrías responderme. No tiene importancia, nadie los necesita allí. No necesitas nada.
Mi amiga soñó en alguna ocasión con aquel lugar, con el acompañante que fuera. Quizá capricho de una noche pero estuvo allí. Sin embargo, yo me remito a soñarlo despierta. Soy incapaz de trasladarme. Yo, que fui quien le dió vida. Quien le busca propietarios ocasionales. Quien tanto desea viajar hasta donde esté…
El algunos momentos puedo ensoñar aquella habitación y soy feliz. Aunque sea ciertamente irreal me proporciona la sensación que quiero. Me completa.
Lo mejor de ella es que cuando la piensas aparece en tu cabeza un individuo específico. Si has leído esto y has pensando en alguien es que hay algo en tu interior que querría perderse, esconderse, protegerse y completarse (en su presencia).
Prometo seguir intentándolo, sabiendo que posiblemente el desear tanto estar allí es lo que no me permite llegar. Pero lo ansío. Necesito mi propia habitación del paraíso, ya que seguramente la que yo tengo en mente no es igual que la tú consideras idónea. Para mí podría ser de día y para ti de noche. Y en cambio, es el mismo sentimiento el que nos mueve hacia la otra habitación.
17.7.08
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3 comentarios:
creo que este blog va a ser una gozada, de lo que ya estoy leyendo
un beso
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